jueves, 21 de mayo de 2009

El cántico de las llaves


Revisaste tu cartera
sobre la mesa cuadrada
del bar, buscando los planos
de algún tesoro pirata.

El cántico de las llaves
sonó en la penumbra breve
igual de azul que una antorcha
encendida en una grieta.

-Aquí están-, dijiste alegre
mostrándome el amuleto
que hubo de abrir el destino
de las próximas tres horas.

Te desvestiste en el aire
de la cama levitando
mientras la ropa flotaba
como una bandera blanca.

Yo la colgué antes de verte
desde la luz apagada
y empecé a escribirte el cuerpo
con la letra de mis ojos.

Al otro día la lluvia
de amor me pintó la cara,
habían pasado en tres horas
mil años como si nada.

jueves, 14 de mayo de 2009

Mea (culpa)


Entra Cristo al baño de hombres
y arrastra el manto sagrado
por los húmedos mosaicos.
Mea (culpa) y mira el cielo
raso y salpica los dedos
de su pié descalzo y laico.

Después se lava las manos
frente al espejo y medita
y el agua que se le escurre
por el hueco de las llagas
se pierde en el sumidero
como toda agua bendita.

domingo, 10 de mayo de 2009

Amor, tijeritas


Quiero otro sobre de papel glasé,
plasticola blanca, tareas sedosas,
días satinados,
recuerdo amoroso,
yo quiero otro sobre de papel glasé.

Quiero otro sobre de papel glasé,
recortar las letras del nombre de ella
de todos colores,
amor, tijeritas,
yo quiero otro sobre de papel glasé.

domingo, 3 de mayo de 2009

Click

Está bien que para hacer los envíos a las editoriales, salvo pequeñas variantes, todos teníamos que hacer mas o menos lo mismo, pero me viene en este momento a la memoria el negro Fontanarrosa. Tenía al lado del tablero una fotocopiadora (un lujo enorme por aquel entonces), sacaba una fotocopia de cada original que dibujaba y al lado tenía todo preparado para enviarlo, tenía cartoncitos para poner arriba y abajo del envío para que no se doble, papeles de embalar, cinta escoch para pegar, hilo para atar y hasta un rotulador preparado para poner el remitente, después se subía al Cítro y encaraba para el correo, en el correo lo hacía pesar, le pegaba las estampillas, lo hacía sellar y lo mandaba para Buenos Aires. Después, mucho después, llegó el Internet, y después, aunque tampoco mucho tiempo después, el negro se fue. Ahora con un solo click, menos morirte, hacés todo eso y mucho mas. Recuerdos son recuerdos.