sábado, 22 de septiembre de 2007

Irreverencias

Ninguno sabía muy bien porqué no había que dejar que se escapara, el único argumento, tan válido como irreverente, era que, así a primera vista, la impecable blancura inmaculada de la rubia neoyorquina no encajaba para nada con ese negrito argentino más chueco que un pecado original.

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