sábado, 24 de noviembre de 2007

Teléfono

Demasiado lejos para parecerse a mi. Una nube no es nada si no llueve, igual que el tiempo, que no es nada si no pasa. Terminamos de tomar el café y nos cansamos de barrer todas las palabras que habían caído al suelo y de llenar bolsas de basura. El teléfono es el despertador de las charlas dormidas pero a mi no me gustan los teléfonos. Como antes, que no había teléfonos y el que quería contarle algo a alguien tenía que esperar hasta verle la oreja para empezar a mover la lengua. Y esos silencios controlados y esa serenidad hasta encontrarte con un interlocutor determinado hacían que las personas fueran muy distintas a las contemporáneas. A mi no me gustan los teléfonos pero soy contemporáneo. Esos silencios controlados y esas serenidades son de otro tiempo, de un tiempo que al haber pasado se ha convertido en algo, así como las nubes que recién son algo cuando llueve. Ese tiempo que está muy pero muy lejos. Demasiado lejos para parecerse a mí.

1 comentario:

Negra dijo...

Cuando llueve, el sonido rebota entre las gotas y parece que se hiciera un silencio que provoca que las palabras salgan como burbujas de agua. Los teléfonos no nos dejan sentir esto.
Dichoso aquel que no necesita de un teléfono para empezar a mover su lengua. Respiro.