Camisa cuello mao cerrada hasta el orgullo,dragones estampados en la espalda entallada,
el humo de un saumerio fugaz como un murmullo
y al mismo tiempo denso y letal como una espada.
No me dejes las armas encima de la mesa
que llegan otras manos y entienden cualquier cosa.
Tus piernas van desnudas como alas que confiesan
vuelos de cabotaje de una infiel mariposa.
No desvanezcas tus sabias miradas seductoras
sobre el fuego miedoso del hogar encendido
que quedarán grabadas las chispas delatoras
e incendiaran la alfombra donde te habrás fundido.













Sos fascinante, dijo él, casi incongruente,






























Angélica del invierno de los vidrios empañados de calefacción donde hacías unos huequitos con los dedos para que tu mirada viera como ahí abajo yo me aguantaba el frío igual que Súperman nada mas que por verte en la ventana Angélica, ¿dónde estás?.

